Acá algunas anécdotas muy copadas de los Racing Stone
"La canción que marcó una época"
Las reuniones de Racing Stones empezaron a hacerse en mi casa cada vez mas seguido. Todas las paredes pintadas de celeste y blanco, y las fotos de cada partido pegadas en la pared, pilas de papeles para cada domingo, asi era mi casa. Un templo Racinguista
Esa semana él andaba como raro, uno lo podia ver en el colectivo pegandole al apoyamanos del asiento de adelante, en el trabajo haciendo compases con los pies, andaba tdo el tiempo con una birome y un papel todo tachado, cada vez que se le ocurría algo (que uno no tenía idea) él anotaba sin darse cuenta que al segundo de haber terminado de escribir lo había tachado de nuevo. Llegó ese miércoles a casa y después de tratar varios temas relacionados con el próximo viaje a Santa Fe, más precisamente a la cancha de Unión. El viejo Fernando, se paró y dijo: tengo una canción que tenemos que cantar, tiene que ser facil de aprender, con letras claras porque a la gente le cuesta retener tanta letra. Y empezó a cantar en el medio de la habitación, con su papel todo tachado que él solo se entendía. No se la hora que era, pero era muy tarde y los gritos de todos ya hbían despertado a mas de un vecino. Un vecino tocó el timbre y seguramente porque era cuervo y la canción que estábamos cantando hace mas de 1 hora le taladraba el corazón porque sabía que se estaba gestando un himno, con una calentura que yo solo fui testigo, me dijo que dejen de hacer tanto quilombo que al otro día tenía que laburar.
Llegó el día del viaje y creo, si mal no recuerdo que los micros que habíamos fletado eran 2 o 3, todo el viaje de a ratos siempre volvíamos a cantarla, cada vez más seguros de cada renglón, costaba, pero iba saliendo. Llegamos a la cancha de Unión y nos vino a recibir el jefe e la barra en un arenero con un par de tipos mas colgados de los antivuelcos. Quisieron hacer amistad, pero la barra, que ya estaba ahí, les cortó el rostro, y les dijo que aá éramos todos de Racing, ese día ganamos con un gol de rubén Paz de mitad de cancha y el recuerdo que tengo de la semana es ver en El Gráfico una foto de ruben pateando y en el fondo la bandera "Leandro es de Racing" en la tribuna. Mientras duró el partido fueron pocas las veces que pudimos tratar de entonar esa canción, ya que como sabrán siempre se imponían las canciones mas conocidas y no se lograba un clima para cantarla toda. Cuando salimos de la cancha, había un clima como que los de Unión nos iban a venir a buscar. la salida no era muy linda que digamos, ya que era un paredón largo hasta una esquina que doblaba hasta otra mas y recién ahí había espacio como para un encuentro de barras. No sucedió, en el trayecto que íbamos todos juntos rodeando La Pasión, empezamos a cantar y los de la barra y la gente que iba con nosotros es como que se frenaron para escuchar. Recuerdo a Fatiga subido a un ciclomotor estacionado, tratando de entonarla. Llegamos a nuestro micro y un par de hinchas que siempre viajan sin un peso (eso hice alguna vez yo) pugnando por ganarse un lugar en el piso del micro. Así volvimos e Santa Fe. Con una lluvia que era tanta que el micro se perdió, todos agotados por el viaje y muchos cantando cosas cargándome a mi (ya que era uno de los mas chicos del grupo). Ese día era la primera vez que La canción que marcón una época en el fútbol argentino se cantó en una cancha. El autor? El viejo Fernando (todos lo conocen así). Un tipazo. Una persona que lucó mucho tiempo para tratar de hacer locuras conscientes sin llegar a cruzar la linea de lo ilegal. Ese es Fernando. La persona que hoy con sus 38 ó 39 años no recuerdo haberlo visto comer con cubiertos. Un referente más de Racing.
Acá va su estrofa:
YO TE QUIERO LA ACADE,
Y YO TE SIGO VOS SOS MI VIDA,
SIEMPRE TE VOY A ALENTAR,
SOMOS LA UNO DE LA ARGENTINA,
VAYAS ADONDE VAYAS,
ESTA ES TU HINCHADA QUE SIEMPRE ALIENTA,
VAMO ACADE, VAMO A GANAR
QUE LA BARRA ESTA DE FIESTA.
VAMO ACADE, NO FALLES A TU HINCHADA,
LA QUE TE SIGUE EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS,
VAMO ACADE, CON HUEVO VAYA AL FRENTE,
NO SOMO AMARGOS COMO ES INDEPENDIENTE,
YO SOY ASI, A RACING YO LO QUIERO,
VAMO A MATARA TODOS LOS BOSTEROS.
Racing Stones
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"El mejor viaje de mi vida... fue ir a ver a Racing"
Hoy voy a contar el viaje que creo, no voy a volver a repetir el resto de mi vida. Fue el mejor viaje que tuve, y, no podía ser de otra manera, que la excusa era Racing. Todo arrancó en Caballito. Ese domingo Racing jugaba contra Ferro por el campeonato y ya veníamos preparando el viaje a San Pablo, en donde Racing jugaría un lugar en la semifinal de la Supercopa contra el San Pablo. Yo ya venía resignado porque sabía que mi economía no podía costear ese viaje, no tenía un trabajo constante, y, encima tenía 17 años. Mis viejos estaban en La Rioja y, por la relación que tengo con ellos era obvio que no me iban a dar la ansiada emancipación para poder salir del país. En la tribuna, se organizó una especie de reunión, en donde una de las preguntas que se hacían todos era cuantos íban a ir, ya que era obvio que La Pasión no podía faltar, pero, si el número de gente que iba no era óptimo, estaba en juego y había que decidir si iba o no. El partido ya estaba por empezar y teníamos que comenzar con la fiesta de la tribuna, ya que Racing estaba por salir y lo que importaba en ese momento era el partido contra Ferro. Decidimos que cuando concluya el encuentro, nos juntaríamos para ver que decisión se tomaba. No era una decisión fácil. Cuando el árbitro pitó el final del partido, fuimos hasta la esquina de Martín de Gainza y Aranguren y ahí en la calle hicimos un círculo de 17 personas, Marcelo, Fernando, El gordo de Morón, Abastito, Huevo, El Chino, Floresta y Florestita, Leandro, Wally, el Indio, un panadero de Húrlingham que no recuerdo su nombre son los que recuerdo y yo. La discusión se tornaba en que los que seguro viajaban eran 9, y habían conseguido una promoción en una agencia de viajes que constaba de pasajes ida y vuelta en avión, con 2 noches en San Pablo + 2 noches en Garujá, distante a unos 50 km de San Pablo. Hasta ahí era todo bueno, pero yo no estaba en condiciones de solventar semejante gasto. Empezamos a votar y el que arrancó con la votación fue Marcelo que dijo que si, siguieron votando y recuerdo que los que iban votaban que si y los que no iban votaban que no. Yo era el anteúltimo en votar. Cuando me tocó hacerlo la votación iba 8 a 7 que La Pasión iba. Voté que no. Si yo no iba, La Pasión tampoco. Le tocó definirla votación al Chino, que todos sabíamos que no iba, porque tampoco tenía la plata para viajar. Votó que si, y la bronca que me agarró en ese momento fue tal que me di vuelta y caminé unos pasos y me volví y le dije a Marcelo: “si llego antes de que el árbitro empiece el partido, me prestás la plata para volver?”. Todos se rieron y él me dijo que si, así que me di media vuelta y me fui. No tenía ni idea de cómo hacer pero yo tenía que llegar el miércoles a San Pablo. El sol ya se había despedido hacía rato y sabía que me quedaban casi 3 días para llegar. El Chino me alcanzó y me preguntó como íbamos a hacer, ya que no estaba dispuesto a dejarme de araca y le dije que “a dedo” era la única manera de llegar, pero que teníamos que salir cuanto antes. Me fui a mi casa para armar una muda de ropa y ver para donde encarábamos porque confieso que no tenía ni idea de donde quedaba Brasil. Nos fuimos a la suya y él también se dispuso a armar su bolsito, mientras Luis, el padre nos decía que estábamos locos. Estábamos viendo Fútbol de primera cuando sonó el teléfono y el que llamaba era Muñeco, el hijo del Vasco, yo no lo conocía, pero le dijo al Chino que sabía que nos íbamos a ir a dedo y que él ya había averiguado que un tren salía de Chacarita a las 8 de la mañana rumbo a Paso de Los Libres, si llegábamos a poder colarnos, ya habríamos recorrido la mitad del viaje. Llegamos a Chacarita y recuerdo que el viaje costaba algo así como 30$, y llegaba a las 5 de la mañana. El Chino, que había conseguido plata que los padres le dieron y muñeco también, no dudaron y sacaron los tres pasajes. No íbamos a jugarnos a que nos bajen del tren. Todo el equipaje que llevábamos constaba de 3 bolsos y un paquete como de 5 kilos de maní que el Chino había comprado. Subimos y el Chino se tomó 2 pastillas de carbón. El viaje iba a ser largo. Las caras de los compañeros de vagón no eran de las más lindas, enterándonos a la hora de haber arrancado, que toda esa gente que se tomaba ese tren eran todos contrabandistas que iban a Paraguay a comprar mercadería para luego vender en Once, Retiro y Constitución. Todo el viaje iban timbrando la plata que llevaban, apostaban relojes, cadenas, futuras compras, de todo. Nosotros éramos como sapo de otro pozo. Se nos acercó uno del grupo queriendo hacer amistad y viendo que éramos de Racing nos dijo que él también lo era y que no sabía que Racing jugaba en Brasil. El Chino, para toso esto, que ya se había tomado también un lexotanil, estaba medio dopado y medio dormido. El sol ya había dejado de entrar por las ventanas y juro que los tres (el Chino no tenía ni idea de donde estaba) teníamos un cagazo terrible. Yo me levanté y fui al baño y tuve que cruzar todo el tren de punta a punta, en uno de los fuelles que unen los vagones, me crucé con este “hincha de Racing” que viendo que tenía un reloj, me lo quiso arrebatar seguramente para pagar alguna apuesta perdida. nos agarramos a trompadas y como él era mucho mas groso que yo me lo manoteó en medio de la pelea y se fue adonde estaban los demás de su grupo. Cuando llegué y Muñeco me vio, lo despertó al Chino y fuimos al encuentro de este sujeto para recuperar el objeto robado. La cuestión es que cuando llegamos, se levantaron todos y, viendo que no teníamos intención de volver sin el reloj, empezaron a reirse de nosotros. Era obvio que si ellos querían nos tiraban abajo del tres (porque era su territorio y porque eran mucho más que nosotros). Uno de los que estaba ahí le dijo al ladrón que como nos iba a robar a unos pendejos como nosotros y le dijo que me devolviera el reloj. Volvimos con el tesoro recuperado, agrandados como si hubiésemos combatido y nos sentamos esperando llegar cuanto antes. El viaje duró 30 horas. Amanecía en la estación de paso de los Libres. Ya era martes aproximadamente las 5 de la mañana. Cuando nos bajamos había muchos taxis en donde la gente se subía compartiendo el viaje. Era lo único que había para viajar. Un tachero nos dijo que por 5$ por cabeza nos cruzaba el puente hasta la otra Aduana. Le dijimos que solo 2 teníamos permiso para salir del país pero que necesitábamos hacerlo. Nos dijo que si le tirábamos $10 más, él conocía un gendarme que no nos iba a hacer problemas, como no teníamos plata, le dijimos que nos lleve hasta la aduana, cuando llegamos el gendarme nos pidió los documentos y los permisos, y viendo que faltaban uno, nos dijo que no podíamos pasar. Le dijimos que solo íbamos a Uruguayana a comprar remeras (que en ese momento estaban de moda las Hering brasileras) y que volvíamos al mediodía. Nos dijo que no había problema y emprendimos viaje. Cuando llegamos a la Terminal Rodoviaria de Bus (así se podía leer en el cartel) averiguamos que había un micro que por el cambio argentino-brasilero nos costaba solo 20$ por cabeza, que el viaje duraba 24 hs. El problema era yo, ya que necesitábamos la Visa que te dan cuando entrás al país. Muñeco tenía justo el valor de los 3 pasajes, pero era la única plata que había en nuestros bolsillos. El Chino dijo que a él le quedaban 10$. Yo, sin un mango como siempre. Decidimos que no había otra alternativa, ya que si íbamos a dedo no íbamos a llegar ni en pedo al partido. Todavía nos quedaba un largo viaje por recorrer. El problema era la Visa. Me dijeron que me quedara en la terminal que ellos iban a ir a la Aduana a buscar una. Eran las 6.30 hs. y el micro salía a las 7. No había otro micro hasta el otro día. Llovía copiosamente. Yo me puse a tomar mate con un Correntino que estaba ahí (nunca tomé un mate tan largo y tan frío en mi vida) y ellos se fueron corriendo a buscar el ansiado papel. Cuando llegaron, el Chino, cargaba con un talonario entero de Visas que se había afanado de la Aduana, ya que el Gendarme estaba medio dormido. Nos pusimos a probar las firmas y el micro ya se iba, pusimos un garabato y junto a la plata nos presentamos al mostrador. La alegría que nos dio cuando la vendedora nos puso adelante los 3 pasajes frente a nosotros. Corrimos y nos subimos al micro. El Chino, se tomo otra pastilla de carbón y nos acomodamos en el micro. Era un micro común, sin baño, y nos enteramos más adelante que paraba en cada pueblo que cruzaba (el famoso lechero). Llegamos a Curitiba a eso de las 4 de la tarde y el micro paró en una “Churrasquería” (tenedor libre) y el hambre que teníamos y ver la bolsa de maní casi por la mitad, decidimos bajar a ver que era lo más barato que podíamos comer. Como la comida se vendía por kilo, nuestro alimento se basó básicamente en lechuga y en todas las verduras que veíamos que pesaban menos. Cuando salimos de haber comido “La Comida” vimos que el micro se había ido. No teníamos ni idea para donde ir. Entramos de nuevo al local y le dijimos que nos ayudasen para llegar hasta San Pablo porque no conocíamos nada. lo difícil era que todos hablaban portugués y nosotros no entendíamos nada de lo que decían. Nos tranquilizaron y hablando despacito nos dijeron que el micro había entrado al pueblo a buscar pasajeros y que venía en un ratito. Ya estábamos jugados, así que decidimos esperar. Cuando vino el micro no se imaginan la flor de putiada que se ligó el chofer. Es por eso que tengo guardado como tesoro el cartelito que dice 45-46 de la ubicación en el micro. Llegó un momento en que cualquiera sea la posición que tomábamos era incómoda. Ya odiábamos la ruta, la gente, al chofer. Teníamos un hambre parecido a los pibes de “Viven”. Cada vez que el micro paraba pensábamos que ya habíamos llegado y el nos decía que todavía faltaba. No recuerdo como fue el momento, pero estábamos los 3 dormidos, cuando el chofer nos despertó y nos dijo “San Pablo caballeiros”. Eran las 9 de la mañana del miércoles. Racing jugaba a las 21hs. Nos bajamos y creo que los 3 tuvimos la misma sensación como de haber triunfado, de haber cumplido con nuestra meta. Teníamos una alegría que se me hace difícil explicar con palabras. Nos abrazamos y empezamos a caminar rumbo a la salida. La primera impresión que me dio fue un lugar como Retiro, lleno de gente, pero negra. (perdón por la manera en que lo expreso, pero nunca había visto tanta gente de piel negra junta). Todo al que le preguntásemos algo nos daba vuelta la cara. No teníamos ni idea del rumbo a seguir. Salimos de la Estación Rodoviaria San Pablo y vimos que había una Iglesia que supusimos era la Catedral. El Chino y Muñeco, me dejaron los bolsos y se fueron a agradecer a Dios el haber llegado. En eso se me acerca un policía y viendo que yo tenía la camiseta puesta me dijo en tonada correntina “Grande Racing amigo”. Me sorprendió la alegría que tenía el tipo y también el hecho de que fuese de Racing. Lo saludé y me alegró que supiera castellano, ya que no podíamos encontrar la manera de comunicarnos con la gente para que nos diga como llegar al estadio. Le dije que hoy Racing jugaba ahí, que recién habíamos llegado y que no teníamos ni idea de donde quedaba el estadio. Me ofreció el patrullero para llevarme, y me dijo que sería un placer llevar a un hincha de Racing, ya que hacía mucho que vivía en Brasil, era correntino y nunca había visto el estadio. Le dije que mis amigos estaban en la iglesia agradeciendo haber llegado, así que esperamos a que llegasen. Cuando salieron de la iglesia, los dos pensaron que me habían detenido por el problema de los papeles. Se escondieron atrás de un árbol y espiaban mientras yo a los gritos, los llamaba para que vengan. Fue un momento en que nos reímos mucho. El policía nos llevó primero al estadio, nos dijo que ahí era, y él pensaba que nosotros veníamos con plata, así que nos llevó a una casa de cambio y, como todo estaba cerca, le agradecimos y nos bajamos. La gran sorpresa que tuvimos, al bajarnos, ver que venían caminando a media cuadra, todos los pibes que habían venido en avión. Fue la gloria. Nos abrazamos. No sabíamos por donde empezar a contarles de la gran hazaña. Fuimos a comer (era lo que más necesitábamos en ese momento). y después fuimos al hotel en donde paraban. Como no podíamos entrar porque no teníamos habitación, mientras todos distraían al conserje, nosotros nos metimos en el ascensor. Nos bañábamos y nos dispusimos a ir al estadio. Cuando llegamos, ya estaban el Cordobés, Rulo, Fatiga, Balá, Choni de los que me acuerdo. Nos dieron entradas para todos, porque tenían de sobra. La única bandera que había ido para ese partido era La Pasión. En la cancha vendían wisky como acá venden Coca, pero había carteles por todos lados en donde decía “prohibido fumar macoña”. Como llovía Balá, se metió a “fumar”debajo de La Pasión que estaba colocada perpendicular a la tribuna. No recuerdo haberla visto puesta así en otro partido. La policía se lo quiso llevar y nosotros pensábamos que nos querían llevar la bandera. Recuerdo que el lugar era en codo del estadio lleno de butacas y no era un buen lugar para pelear, aparte de que jugábamos de visitante y teníamos todas las de perder. En medio de toda la gresca, yo agarré la pasión y me la llevé para arriba, en donde estaban las cabinas de transmisión. Me metí en la de Macaya y Araujo que no entendían nada y cuando se paró la gresca, salí de ahí con la bandera. Todos me cagaron a pedos porque no la veían por ningún lado, y yo bajaba contento porque pensaba que había hecho una buena acción cuidando lo “nuestro”. El partido terminó 3 a 3 con un gol de penal del turco García. Nos volvimos al hotel y entramos como habíamos entrado la vez anterior. Al otro día nos fuimos a Guaruja. Esta vez nos metimos por la ventana del hotel ya que era de un solo piso. Tuvimos un día d de playa y esa noche nos fuimos a comer pizza en el centro. El Indio, que se había tomado toda la caipirinia que tenían estaba como loco. Cuando salimos, vimos en la peatonal una bandera de Brasil que flameaba, enorme. El indio se empezó a subir para bajarla cuando nos dimos cuenta que el lugar era el Banco do Brasil. Salimos corriendo para la playa. No pasó nada, pero es una anécdota que no podía dejar de compartir. Esa noche creo que fue la vez que más dormí en mi vida. Estaba noqueado. A la mañana, todos se fueron al desayuno americano que ofrecía el hotel. Cayó Florestita con la mochila llena de sándwiches, jarras de jugo, naranjas, bananas, etc, para que desayunemos porque si nos veían que éramos intrusos, íbamos a tener problemas.
Ya era viernes y Racing jugaba el domingo en Avellaneda contra River, así que Los 3 aventureros nos dispusimos a armar los bolsos para emprender el largo regreso. Marcelo me dio 50 dólares y me dijo que cuando pueda que se los devolviera. Con esa plata regresamos a Buenos Aires. Llegamos el domingo al mediodía a Chacarita y nos tomamos el 65 para ir hasta Constitución. El hecho de haber hecho ese viaje, desde el domingo anterior y no haber faltado adonde jugase Racing me llenaba de emoción. Ese día perdimos 3 a 0 con 2 goles del Mencho. Cuando salía del estadio recuerdo haberme cruzado con el Muñeco que venía de haber ido a buscar a los de River con toda la cabeza partida. Ahí termina mi mejor viaje. Dentro de quince días, si le ganábamos a San Pablo de local, tendríamos que ir a jugar al Morumbí con Cruceiro, pero esa será otra historia que les contaré en otro momento. Creo que ya escribí mucho por hoy…… no quiero aburrirlos más.
Racing Stones
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"Copa ciudad de Necochea"
El viaje que les voy a relatar hoy me lleva al verano 89 ó 90, si la memoria no me falla. Racing jugaba un triangular de verano contra el Sion de Suiza y los amargos de siempre. Como era de suponer, en épocas de verano y más en esa época, el grupo todavía no estaba afianzado y cada uno viajaba como podía (si bien ya organizábamos los viajes), dl hecho de que sea verano hacía suponer que muchos estaban de vacaciones. Estando esa noche calurosa en Parque Patricios, con el Chino, decidimos al otro día, más precisamente miércoles emprender el viaje a Necochea para ver al equipo de nuestros amores. Como todos ya saben en ese tiempo (hoy también pero ahora tengo trabajo) no teníamos una moneda partida al medio. Me fui a mi casa para tratar de convencer a mi vieja que me diera algo de plata para costear el viaje. Ella nunca me había un mango para ir a la cancha, lo que me hacía suponer que no iba a lograr mucho. Era una de las peleas que siempre cargué con ella y mi viejo. Para colmo tampoco me daban permiso para ir. Ella se levantó temprano como todos los días, y yo lo hice también, le hice el desayuno y mientras hacía la lista del supermercado, empecé con el discurso de siempre. No logré que se le cayera ni un “ñandú” del bolsillo, y lo peor que tampoco me dejaba ir. Salió con la bolsa del pan (esa especie de red que todas las madres tenían) y sin captar que yo salí con ella atrás siguió caminando rumbo al Hogar Obrero. Caminamos el pasillo que nos separaba de la puerta (80 largos metros) y viendo que encaraba para la izquierda, yo salí para la derecha. Me fui caminando a lo del Chino, que no era nada cerca, y cuando llegué él había conseguido solo un par de billetes. Nos fuimos a Constitución y sacamos los pasajes y partimos rumbo a Mar del Plata. La carta que teníamos guardada eran los primos de él que eran bañeros y seguramente no nos iban a dejar a gamba. Llegamos a La Ciudad Feliz y caminamos hasta una de las playas de Punta Mogotes en donde nos encontramos con los dos primos. Después de saludar y contándoles nuestras intenciones de llegar el viernes a Necochea, el Chino no dudó y les pidió algo de plata. Ellos se negaron rotundamente y nos dijeron que si queríamos plata nos la teníamos que ganar. Así que esa tarde estuvimos vendiendo agua caliente en la playa y juntamos unas cuantas monedas. Al otro día, viendo ya que se terminaba la jornada de playa y la plata que habíamos juntado no nos alcanzaba para mucho, uno de los primos me preguntó si sabía nadar. Le dije que si, pero que no era tan experto como él. Me dijo que me meta al mar y que nade unos 200 metros, en donde iba a encontrar un médano grande y que a pesar de estar lejos de la costa, el agua solo me iba a llegar a las rodillas. Me dijo también que cuando llegara, empiece a hacer señas como pidiendo auxilio, que él iba a venir y me iba a llevar. Así fue como sucedió. Yo agitaba mis brazos y veía que en la costa la gente se amontonaba y pude distinguir entre la gente que el primo bañero venía corriendo a mi encuentro. Cuando llegó, me pegó un trompazo, no tan fuerte, pero recuerdo que me pegó y me dijo que empiece a tragar un poco de agua. ¡Qué salada estaba!, mientras me llevaba nadando todo abrazado y llegamos a la costa, me tiró al piso y empezó a hacerme la reanimación, yo en ese momento, largué el agua que había tomado (más bien la vomité) y toda la gente empezó a aplaudir. Fue tan grande el asombro que mientras la gente aplaudía, algunos le daban monedas, billetes y el agradecía. Nos fuimos a la garita donde el chino estaba con el agua y nos dio la plata. Ya nos alcanzaba para llegar a Necochea y para comprar las entradas. Nos tomamos el micro y en él viajaba Flopi, la actual esposa del Oso. Llegamos y me acuerdo que la tribuna de esa cancha había sido armada para dicho torneo, ya que carecía de ellas en gran parte alrededor del campo de juego. No éramos muchos, pero tampoco pocos, muchos habían llegado en auto. Conocidos y no tanto. Estuvimos casi todo el segundo tiempo preguntando y pidiendo que alguien nos acercase de vuelta. Cuando terminó el encuentro, Racing había empatado 1 a 1 con el Sión y, como le había ganado a los amargos, se coronó Campeón. Muchos de la barra entraron a la cancha y dejaron en bolas a los jugadores y se llevaron camisetas, pantalones medias, botines. Yo entré y me encontré en el medio de la cancha una canillera. Estaba chocho por haber encontrado semejante trofeo sabiendo que era de algún jugador que representó a Racing ese día. Salimos del estadio, todos cantando y todos se iban subiendo a los autos y micros que habían venido. No pudimos colarnos en ninguno. El Chino consiguió un solo lugar y le dije que vaya, que nos veíamos en Mar del Plata. Empecé a caminar por esa ciudad desierta, con un frío terrible que hacía y yo, sin mucho abrigo. Solo me calentaba el cuerpo, las canciones que iba cantando, festejando solo la coronación. Llegué a un kiosco (en los pueblos en los kioscos podes llegar a conseguir hasta un repuesto de auto, ya que son todos multirubro). Entré y le pedí al empleado de turno si no tenía un pedazo de pan para darme. Me sacó cagando pensando que quería robarle. Le pregunté el camino a seguir para ir hasta la ruta que me llevara a Mar del Plata y me dijo, que derecho hasta la rotonda, que doble a la derecha y a 22 km. había otra rotonda y que a la izquierda tenía un montón de km. Me dijo que estaba loco y que no iba a llegar nunca porque en la ruta hacía mucho frío y el viento era terrible. Lo de loco, ya lo sabía, así que no me quedaba otra que conocer el resto. Caminé un par de cuadras y de repente aparecieron un montón de pibes en bicicleta, que empezaron a seguirme a una distancia prudente. yo estaba re cagado, aunque sabía que no me iban a sacar nada, pero el hecho de tener que agarrarme a trompadas no me ponía muy contento que digamos. Me preguntaban de donde era, adonde iba, que hacía ahí. Yo haciéndome el duro, les contestaba de mala manera, pero les decía que había venido a ver a Racing. Al llegar a la rotonda, los pibes seguían detrás de mí, y como venían en bicicleta, algunos avanzaron y medio que me rodearon. Yo me metí en una garita de colectivos que había ahí para no tener a nadie detrás de mío. en eso se baja uno y me dice “ Nos dijo el del kiosco que te vas caminando a Buenos Aires, te trajimos algunas naranjas y bananas para que tengas para el viaje, le saqué a mi mamá estos panes caseros porque seguro que vas a tener hambre”. El alivio que tuve cuando me di cuenta que eran más buenos que yo esos pibes. Les agradecí infinitamente por todo y en eso, vimos unas luces que venían por la calle. Encaré para hacer dedo, y grande fue la sorpresa de verlo al Chino que se bajaba con otro más que es el día de hoy que no me acuerdo como se llama. El Chino, tenía en la mano un palo, y venía con todas las intenciones de partírselos a todos los que me rodeaban. Yo, a los gritos, diciéndole que no les haga nada, que estaba todo bien. Un segundo antes de que le pegara a uno, reaccionó y vio todas las cosas que yo tenía en el asiento de cemento de la garita y se frenó. Le pregunté que hacía ahí y me dijo que no me podía dejar a gamba. Si uno caminaba, caminábamos todos. Saludamos a los pibes, les agradecimos y encaramos los 22 km que nos separaban de la otra rotonda. El kiosquero no había mentido, en esos 22 km. no pasó un solo auto ni para un lado ni para el otro. El cielo era negro y todas las estrellas del universo nos iluminaban el paso. Hacía mucho frío. El viento que corría, nos agotaba doblemente. Por fin llegamos a la otra rotonda y pudimos ver que a un par de metros había una estación de servicio. Entramos y le dijimos al sereno si podíamos pasar la noche allí. Por lo menos había un reparo. Nos dijo que en un rato tenía que despertar a un camionero y que le iba a decir que nos acerque. Mientras esperábamos, acabamos toda la fruta y panes que nos habían dado los chicos. El sereno despertó al camionero y lo convenció de que nos llevara. Él nos dijo que solo iba a Miramar, pero que nos iba a ahorrar muchos km para caminar. EL camión era uno de Coca Cola, y llevaba botellita de las medianas, así que bajó una para cada uno y nos dijo que si queríamos más, solamente teníamos que pedirle. Nos dio una frazada y nos tapamos los tres y emprendimos el viaje. A los pocos minutos ya estábamos durmiendo, agotados por lo que habíamos caminado. Yo iba al lado del conductor, el Chino en el medio y el otro chico, (no puedo recordar ni siquiera su apodo), iba en la ventanilla. Me desperté porque una de las ruedas se había salido de la ruta y provocó que todas las botellas hagan un estallido muy fuerte. el camionero estaba dormido apoyado en la ventanilla y el volante solo atinaba a seguir la dirección en que había quedado. Le pegué un codazo al Chino y entre los dos logramos frenar el camión. El Chofer, estaba con 40° de fiebre, tiritaba y decía que no podía manejar más. Nos preguntó si sabíamos manejar, cosa que ninguno de los tres habíamos hecho a lo largo de nuestra vida. Estábamos en el medio de la ruta, sin poder pedir ningún tipo de ayuda, así que yo me estiraba para apretar el acelerador, el Chino manejaba el volante y el otro le daba a los cambios. Íbamos a dos por hora, pero por lo menos íbamos para adelante. Llegamos cuando amanecía al Hospital de Miramar y, como la entrada era media chica, decidimos dejar el camión parado afuera. Llevamos al camionero a la guardia, nos despedimos y cuando salíamos vimos que venía el camión de la basura. Le hicimos dedo y nos paró. La suerte estaba de nuestro lado, iban a llevar la basura a las afueras de Mar del Plata. EL único tema era que viajamos los kilómetro que nos faltaba, acostados en todas las bolsas de basura que llevaban. No voy a olvidar jamás el olor de ese juguito que emanaban las bolsas, producto de la compactación que hace el camión para hacer lugar para subir más bolsas. Nos dejó a tres cuadras de la casa del primo del Chino.
Cuando nos bajamos nuestro compañero de viaje (se que no voy a recordar jamás su nombre), nos dijo que seguía para Bs As. El primo del Chino, al sentir semejante olor que nuestras ropas emanaban, nos sacó cagando de la casa. y nos dijo que nos vallásemos a bañar al mar. Nos fuimos a la playa y ese día seguimos vendiendo agua caliente. El primo del Chino, nos consiguió un tipo que volvía para acá y que no tenía problemas en llevarnos. Recuerdo que salimos de la rotonda de Havanna a las 20.00 hs. en un 504 azul, recién sacado de la agencia. El primo del Chino nos había dado algo de plata para que no siguiéramos mendigando, lo que nos sirvió para comprarnos un atado de Parisiens, para fumar menos. Nos dejó en constitución a eso de las 11.00. Nos fumamos todo el paquete en el viaje. El piloto del auto era un loco, creo que no bajó el pie del acelerador en todo el viaje. Yo llegué como había salido, agarrado al pasamano que tiene arriba de la puerta trasera. Llegamos con la alegría de haber hecho una gran hazaña que hoy, amigos puedo compartirlas con ustedes. Nos fuimos a Cinema a festejar no se si la copa o el haber llegado. Todos se pusieron contentos al vernos, menos mis viejos, que creo que es el día de hoy que no me perdonan las locuras que hacía por Racing, pero ellos ya están curados de mi. Hoy tengo 31 años hace un año que volví de La Rioja, pensando que esos 10 años allá, me habían servido para bajar un poco esta locura. Hoy se que no es así que vaya a terminar mi locura por decir presente en cada tribuna donde Racing se presente. Estoy orgulloso por haber peregrinado la palabra de Racing y haber fundado una Fililal, la primera de un equipo de Buenos Aires, eso no me lo saca nadie. Hoy más que nunca siento que sería bueno que estemos todos mas unidos los hinchas, los unos, los otros y los aquellos. Los de Racing. Uno de nuestros pilares está muy mal. Peor que nunca, y si nos hacemos algo para que las cosas cambién, va a llegar un día que, sin pelos y sin dientes, tratando de levantar la rodilla en el estribo del 95 para llegar a la cancha, nos demos cuenta que pudiésemos haber hecho algo, no se que ni como. Como dijo Marcelo, el Predio Tita es de todos y, si de algo sirve para empezar desde allí a cambiar las cosas, seguramente me encontrarán seguido por esos lares. Me despido hasta la próxima. Perdón, otra vez le di duro al teclado.
Racing Stones
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"Mi primer viaje lejos"
Me levanté muy temprano y puse la pava. Me vestí apurado, estaba nervioso, no tenía bien en claro como iba a hacerlo. Agarré una Filcar y me puse a estudiar el mapa. Preparé en una bandeja el desayuno con pan, manteca y mermelada, agregué un vaso de jugo y serví en el tazón de la abuela un especial café con leche. Me dirigí al cuarto de mis viejos que todavía dormían, apoyé la bandeja en la mesita de luz y con un beso en la frente le dije a mi vieja: “Feliz día mamá”. Ella se despertó y se puso muy contenta por la gran sorpresa que a mis 12 años le hacía. Mientras saboreábamos el especial desayuno, le dije que quería ir a la cancha, y que necesitaba plata para viajar. Ella me dijo que era su día y que quería que lo pasemos juntos, además Racing jugaba muy lejos y yo no sabía viajar solo y que todavía era muy chico. Yo, que ya me había estudiado todo el camino, le dije: “Si no me das plata me voy igual, porque ya me fijé en el mapa y el tren me lleva y me deja a 15 cuadras”. “Bueno, andate, vamos a ver adonde llegás-me dijo. Ella pensando que a las 2 cuadras iba a volver, me dijo que iba a preparar ese pastel de papas que tanto me gustaba. Lo iba a tener que guardar para la noche, porque yo estaba decidido a llegar. Salí a eso de las 9 de la mañana desde Río de Janeiro y Rivadavia. Me acuerdo que llevaba mi primera camiseta celeste y blanca que tuve, un pulóver y una bolsa de papeles que había estado cortando en la semana. Tomé por Rivadavia para el centro y al rato empecé a hacer el famoso SIG SAG de las calles, en la esquina doblaba a la derecha y en la otra a la izquierda. Así llegué a la Av. San Juan. Tomé por ella hasta La Av. 9 de Julio y doblé a la derecha, llegando a Constitución. En el camino iba pidiendo monedas a la gente que pasaba. Había juntado un poco, pero sabía que para la entrada no me alcanzaba. Entré a la Estación y recuerdo ver a ese señor Gordo que siempre veía bailar en la tribuna cuando Racing salía a la cancha. Estaba parado en el medio del hall con varios más. Me acerqué y tímidamente le pregunté si desde acá se iba a La Plata para ver a Racing. Me dijo que si, que si quería me quede con ellos que me iban a llevar con gusto. Eran como las 12 del mediodía. Al rato ya se había juntado mucha gente y me daba un poco de miedo las caras que veía, los ademanes que hacían y la manera que tenían de hablar. Me quedé al lado del “gordo”. Subimos al tren y enseguida se llenó de gente que ya cantaba las canciones de la cancha. El tren ya era todo celeste y blanco. A los pocos minutos de arrancar, estos de caras “malas”, empezaron a pedir plata a la gente. Yo estaba contento porque sabía que en un ratito llegaríamos y sería el lugar más lejos que haya ido hasta ese entonces a una cancha. Cuando llegamos a la estación Quilmes, parecía que los estaban esperando. El tren se detuvo y desde un costado de la estación empezaron a los tiros. Yo estaba blanco de pánico y ese señor gordo, que ya me había enterado que todos le decían Dardo, me dijo que me metiera debajo de los asientos. Desde adentro del tren, le contestaban con tiros al grito de “aguante Racing”. A los pocos minutos se bajó un vagón entero de gente de Racing y yo me asomé por la ventana y veía como se mataban a golpes, les robaban camisetas y se volvían a meter adentro del tren. Continuamos la marcha y era el comentario de todo el vagón en donde yo iba “como cobraron esos de Quilmes, decían”. Cuando llegamos a La Plata, recuerdo apoyarme en el estribo y ver toda esa masa de gente que coreaba a Racing y que no parecía terminar nunca de bajar del tren. Iba a no más diez metros de donde llevaban todos esos bolsos con banderas y bombos cantando por la avenida que daba a la estación. Caminamos unas 10 cuadras cantando, cuando, mirando a lo lejos pude divisar el estadio de Estudiantes. Todos cantaban la famosa “pincharatas, los putos de La Plata”. Desde las ventanas de las casas, la gente se asomaba y nos saludaba y alentaba dándonos la bienvenida. Yo sentía dentro de mí ese cosquilleo que todavía recuerdo y se me pone la piel de gallo solo de recordarlo. Entramos en una plaza y doblamos a la izquierda. Ya se veían los puestos de chori, las banderas colgadas que vendían los puesteros, mucha gente yendo y viniendo. Jugaban Racing y Gimnasia de La Plata. Empecé a pedir monedas porque la plata para la entrada no me alcanzaba. Le dije a Dardo (ya éramos como amigos) si me podía hacer entrar, que no me alcanzaba la plata. Me dijo que esperara que en un ratito se iban a repartir las entradas. Me senté en el cordón a esperar el ansiado momento, sin saber lo que venía. Llegó un canoso con otros más y toda la gente que estaba ahí lo rodeó y empezaron a los codazos y manotazos por la benditas entrada. Adentro ya se venía venir Racing. Me acerqué al señor canoso, que después me enteraría que todos le decían “El Cordobés” y cuando le pedí una entrada, me dijo que ya no tenía más, que “esas cosas se ganan”, me dijo. Todos entraron y me quedé afuera. Salió Racing y yo gritaba y cantaba desde afuera como si estuviese adentro. Los policías que estaban ahí empezaron a despejar la zona y nos mandaron para un costado. Unos chicos de mi edad se acercaron y me dijeron que había un lugar por donde entrar, pero el problema era que teníamos que saltar una reja y cruzar toda una cancha que se ubicaba justo atrás de la tribuna visitante. Tomé coraje y me subí al alambrado. Cuando caí en la cancha auxiliar de Gimnasia me di cuenta que ahí adentro había más policías que afuera. Empecé a correr desesperado tratando de llegar al otro lado junto con mis cómplices colegas. Un policía alcanzó a uno y lo tiró de un golpe al piso, creo que ese fue el instante que marqué record en los cien metros llanos. Llegué al otro alambrado y ya se podía ver a los jugadores en el campo de juego a través de los tablones. Había un agujero en el alambrado, así que no tuve muchos problemas para cruzarlo. A los pocos metros había una pared que era la de los baños. Ayudándonos entre todos pudimos subirnos al techo. Después pudimos meternos entre los tablones y ya estábamos en la tribuna. Yo corría de un lado al otro feliz por haber logrado entrar a la cancha y toda la tribuna también cantaba pero alentando a Racing. El partido terminó 1 a 1 ó 2 a 2, no recuerdo bien, pero recuerdo que empatamos. Todavía restaba el largo viaje de vuelta. A la salida del partido toda la policía nos custodió hasta la estación. Cuando llegamos parecía que el tren nos estaba esperando. La misma gente que había venido con nosotros en el tren de ida parecía haberse duplicado. No entraba una persona más en el tren y todavía estaba el andén lleno de gente. A la mitad del viaje ya el sol había abandonado esta parte del planeta y todo ese griterío también se había callado. Al llegar a Constitución, pareció como si todos se habían despertado de golpe. Todo el andén empezó a cantar y cantar y no paraba de hacerlo. Y yo estaba feliz de la vida. Con las pocas monedas que había juntado en la ida pude tomarme el 65 y llegar a casa. Me esperaba una muy larga paliza de mi viejo, pero ese día yo ya estaba hecho. Había logrado ir a ver a Racing a La Plata, toda una proeza con mis 12 años de edad. Empezaba allí la larga racha de partidos “sin una moneda”.
Ese domingo fue muy especial en mi vida y empezó a marcar lo que hoy soy, una persona que se levanta y acuesta pensando en Racing un seguidor incondicional, en cada partido donde juegue, un hincha como muchos, que priorizó a Racing antes que novias, amigos, salidas, boliches, la escuela, el trabajo, tantas cosas. Racing es UNA PASION INEXPLICABLE.
Racing Stones
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"TERCER VIAJE DE LOS STONES. PRIMERO MIO"
Para esa altura ya era todo un guacho (hablando obviamente en el terreno de la cancha). Me conocía todos los huecos de la cancha, saltaba una y otra vez el foso. Colgaba las banderas. Alentaba y alentaba cada partido sin parar. No dejaba de terminar un partido que ya estaba pensando en como iba a llegar al otro.
Me llamaban Pollo, porque decían que me iban a sacar bueno, como se dice en el ambiente del potrero. No se quien me puso ese apodo, pero no me molestaba. En el Cilindro cuando no tenía plata me colaba por la puerta 31. Cuando tenía y no me alcanzaba, la gente de la misma puerta nos ofrecía el pase por menos del cuarto del valor de la entrada. Muchos de la barra me conocían porque más de una vez entraba con ellos con la condición de saltar el foso y colgar La Guardia Imperial. Me paraba en la puerta 10, ya nos conocíamos de vista y estaba bueno estar en grupo. Podíamos cantar más fuerte para que se oiga una canción y después toda la tribuna la cantaba a coro. Ya nos preguntábamos donde vivíamos cada uno, para, dependiendo del partido, ver la manera de llegar juntos. Nos estábamos haciendo en un punto amigos. Racing Stones ya había organizado el primer viaje a Chaco, donde se jugó con Chaco For Ever. También otro a Mandiyú, en donde yo por no tener “una moneda”, no pude cumplir con esos ansiados viajes. Siempre íbamos a todos lados con el Chino, ya que como íbamos al secundario juntos, nos conocíamos de más chicos. Esa semana Marcelo, Fernando y un par más, preguntaban en la puerta 10:
- ¿Vo`vení´?, ¿y Vo´?, nos juntamos enfrente del Congreso a las 12 de la noche del sábado, o en Puente Saavedra a la 1 del domingo, así que olvídense de salir de joda.
Se conseguían micros que salían casi la mitad del valor de ida por un ida y vuelta. Estaba bueno y encima íbamos todos juntos. Esa noche salimos desde la casa del Chino y como llegábamos tarde a Congreso, decidimos ir directamente a Saavedra. Llegamos tarde pero nos estaban esperando, Salimos 3 micros como a la 1:30 desde Saavedra, había todo tipo de personas, familias enteras, mujeres, pibes, de la Barra, Stones. Íbamos a ver a Racing, es fue siempre el principal objetivo. Uno de los códigos más respetados era que al viajar mujeres y chicos, en el micro no se podía “bardear”. Abajo del micro hacé lo que quieras, pero arriba, el respeto por sobre todo. Amanecía en la ruta, y nosotros íbamos en el micro de adelante, aunque íbamos a una distancia prudencial respecto de los otros dos. La mayoría dormíamos, cuando de repente se sintió un ruido fuerte, seguido de un movimiento brusco del micro. Me levanté sobresaltado y grande fue mi sorpresa al ver que pasaba ante mis ojos por el carril de enfrente una rueda que iba más rápido que el micro. Todos se despertaron y el chofer, aminorando la marcha, estacionó en un costado. Mientras llegaban los otros micros ya estaban terminando de arreglar el problema. Seguimos viaje. Llegamos cerca del mediodía y recuerdo cruzar un Arco que daba la bienvenida a Córdoba. Marcelo, Fernando y la gente más grande, estaban adelante, junto al chofer, guiando el camino a seguir. Bajamos en un lugar aproximado a una estación de tren y en ese lugar almorzamos. Cuando terminamos de comer, nos fuimos todos caminando unas tres cuadras por una avenida y doblamos en una calle a la izquierda. A las dos cuadras se podía divisar el estadio de Instituto de Córdoba. Nos dirigimos todos juntos y sacamos la correspondiente entrada y entramos a la cancha. Al rato llegó la barra y seguramente grande fue su asombro al ver tantas banderas que habíamos llevado, incluyendo La Pasión. Había en la tribuna mucha gente de Racing de Córdoba y gente de Racing llegada de otras provincias, lo que hacía que la cancha estaba bastante llena. Se notaba que el clima era hostil y todo el lateral local, nos insultaba constantemente. Hoy estoy convencido que uno de los mayores odios que hay es el hecho de ser porteños. A la gente del interior no le gusta mucho el porteño y se desquita cada vez que puede en cualquier lugar por cualquier situación. Llegando al término del partido. Nos agrupamos junto a la barra y se decidió salir todos juntos. Caminamos esas dos cuadras que nos separaban de la avenida en donde estaban todos los micros que nos traerían de regreso. Al hacer la primera cuadra aparecieron unos pocos hinchas de Instituto y se intercambiaban todo tipo de insultos. La gente más sabia en estos asuntos decidió hacer un círculo con las mujeres y los más chicos en el centro, para que lleven todas las banderas. Hacía rato que ya se sabía que podríamos llegar a tener problemas a la salida. De repente llegando a la avenida, apareció la hinchada de Instituto y con gran ventaja numérica se nos acercaban no con ganas de darnos una cálida bienvenida precisamente. Algunos tenían los famosos tres tiros que utilizaron para frenar el avance de ellos unos minutos solamente. Recuerdo que me habían dado un bolso que me resultaba re pesado pero me habían dicho claramente que por nada del mundo debía abandonar. Una de las que venía conmigo era Leticia, que también llevaba otro bolso. Todos corrieron para adelante y se armó una gigantesca gresca entrando a la avenida. Los micros estaban enfrente y había que esquivar no solo todo el quilombo que teníamos adelante, sino también la gran cantidad de autos que pasaban a toda velocidad queriendo también esquivar la sorpresiva gresca que se habían encontrado delante de su camino. Apareció la policía y lo que hizo no fue más que ocasionar más disturbios. Porque en vez de separar las dos hinchadas hizo que nos amontonemos todo sen el medio de la avenida. Las trompadas iban y venían, los nervios estaban a flor de piel. y no lográbamos llegar al micro para dejar los bolsos en un lugar seguro. Empezaron las balas de goma y empezó la estampida. Los más grandes nos gritaban que nos quedemos todos juntos y no se si era el miedo que tenía, pero estar en el medio de todo el grupo me hacía sentir más protegido que salir corriendo disparado sin rumbo. Cuando la cosa se calmó un poco, logramos divisar que tres de las personas que viajaban con nosotros se las llevaban detenidas. Los micros que habían sido los principales testigos de todo el hecho, yacían la mayoría con los vidrios rotos y el micro que me traería a mí y a los que habían viajado conmigo, sin vidrio alguno. Los choferes estaban totalmente enojados por la rotura de su herramienta de trabajo y nosotros por como teníamos que volver a nuestros hogares. La policía nos tenía rodeados y esperando que nos vayásemos, pero se decidió que esperaríamos a las personas demoradas. Habíamos venido todos juntos y nos íbamos a ir todos juntos. La tarde llegaba a su fin y el frío empezaba a hacerse presente en esa avenida cordobesa. Algunos se fueron a la comisaría para ver si podían lograr soltar a los nuestros, otros discutían al costado del micro, otros limpiaban todos los vidrios que estaban dentro de los micros y otros fueron a buscar algo para tomar y comer ya que, por como se suponía, la noche iba a ser larga. muy larga. Entrada la noche pudimos ver que llegaron los que venían de la comisaría con los tres que habían caído en manos de la policía. Estamos todos, nos vamos. Nos acomodamos en los micros, cada uno en su asiento en el que había venido. Al entrar a la ruta el frío ya era insoportable. El chofer no podía manejar mas rápido de lo que iba porque las manos se le congelaban. Entraba viento por todos lados. Muchos se sacaron sus abrigos y empezaron a ponérselo al chofer que era el que recibía el viento de frente. Yo me metí abajo del asiento y me envolví en La Pasión. Tenía los pies helados, seguramente al igual que todos. Recuerdo que paramos en una estación de servicio en el medio de la ruta, y todos se bajaron para comprar algo caliente. Yo no tenía un peso, así que me quedé envuelto en la bandera que tanto calor me daba. De repente veo que llegaron todos corriendo. Emprendimos el viaje. Empezaron a repartir gaseosas, vinos, galletitas, cigarrillos, La estación se había quedado sin nada. Una de las mayores risas que me dio, fue cuando uno de los que tenía las cajas, la abrió y empezó a repartir helados, siendo que nos estábamos todos cagando de frío. No recuerdo en que momento me dormí. Seguramente estaba calentito ahí abajo y mi sueño fue bueno, largo y profundo. Me desperté cuando el micro doblaba de la Gral. Paz y bajaba a Puente Saavedra. Cuando bajé el sol me pegaba fuerte en la cara. Las caras de todos parecía la de haber venido de trabajar en una mina toda una semana. Estábamos todos de vuelta. Un partido más al que habíamos concurrido. A todos nos quedará ese recuerdo del viaje tan frío que tuvimos que soportar. No tenía un peso, pero nadie me sacará esa alegría de haber hecho mi primer viaje a Córdoba, el tercero de Racing Stones. Me fui a dormir a casa porque mi cuerpo lo necesitaba. Ya me juntaría con mis amigos para contarles mi aventura. Una aventura más de las muchas que tuve con Racing.
Racing Stones
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"LA NOCHE QUE RACING HIZO DE DIA LA BOCA"
Unas semanas antes famoso 6 a 4 a Boca, jugando a la pelota en el parque Centenario, tuve la mala suerte de fracturarme el tobillo. En la primera semana de yeso, ya estaba pintado de celeste y blanco, con el escudo y la lengua, lo que desde lejos se me distinguía mi fanatismo por Racing. Eran semanas de calor y Buenos Aires había adquirido la moda de los bahianos (un pantalón que consistía en una tela holgada que hacía más llevadero que un jean el calor porteño). Esa semana sabíamos que algo diferente a todas las demás hinchadas teníamos que hacer. Hacía tiempo que teníamos un lugar muy barato para comprar todo tipo de pirotecnia y, dependiendo la cantidad, el precio era realmente accesible. Era casi nuestro proveedor oficial. No recuerdo bien a quien se le ocurrió, pero era alguien del grupo que tiró la idea de copar la tribuna con bengalas. Era una idea muy loca, ya que entrar a la Boca con un encendedor ya traía problemas, imagínense lo que sería entrar cien bengalas. Marcelo consiguió un carnet de periodista y yo, conseguí dos de Boca que eran de unos amigos míos. El miércoles era el día clave, los jugadores estaban entrenando y no había mucha policía. Fuimos con el Chino y Marcelo en un auto prestado, por las dudas de que también reconociesen el vehículo. Nos paramos a 50 metros de la entrada a la cancha. Como yo tenía el yeso, era imposible que me bajara del auto, pero tenía una misión también importante si las cosas no salían como lo habíamos planeado. Si ellos no volvían en media hora, tenía que llamar a la policía porque seguramente la barra de Boca les hubiese dado la bienvenida no precisamente con abrazos de amigos. Los chicos entraron al club, con la excusa de que venían del interior y querían conocer la cancha. No tuvieron mayores problemas en entrar. Escondieron las bolsas en un lugar que me voy a reservar por si cabe la posibilidad de que esto se repita. Yo en el auto, estaba más nervioso que ellos, ya que la aguja del reloj parecía moverse de manera mas acelerada de lo habitual y los pibes no aparecían. Casi cuando la hora prevista para que algo malo les hubiese pasado abrieron las puertas del auto, y con la aceleración que tenían sus corazones en ese momento, parecía que venían de correr alguna maratón. Salimos de La Boca y nos fuimos a mi casa. Ya estábamos jugados. Si descubrían las bolsas, lo sabríamos el domingo, pero si estaban ahí, el recuerdo iba a ser imborrable para muchos, especialmente para ellos. Humberto, un amigo que conocí en la parada de diarios, también fanático como todos, me pasó a buscar ese domingo, junto a Juan (el rasta) y emprendimos el viaje a cancha. Yo tenía muletas, y la cantidad de escaleras que tiene esa cancha, hizo que me demorara un tiempo considerable para legar a la tribuna. Cuando llegamos los pibes ya estaban con todas las banderas desplegadas y les pregunté si estaba todo bien. – Roguemos que tengamos un buen resultado para que todo salga redondo – recuerdo escuchar. Racing salió a buscarlo desde el primer minuto y, al cuarto de hora ya ganábamos 2 a 0. Maradona con una pierna, inclinó la cancha y al concluir el primer tiempo, íbamos 3 a 2. Recuerdo que el calor que hacía esa tarde era impresionante y los bomberos tuvieron que tirar agua por todas las tribunas, lo que me ocasionó que el yeso que tan bien lo tenía cuidado, se me desarmara por completo. Racing salió y al minuto anotó el 4 a 2, para asombro de toda la cancha. Enseguida anotó el quinto y la tribuna era una fiesta. Descuenta Boca y a los pocos minutos, Racing convierte el 6° gol. Íbamos 6 a 3. Ese fue el momento en que se empezaron a encender una a una todas las bengalas desparramadas por toda la tribuna. Anochecía en La Boca, pero Dios esa tarde fue de Racing y dejó que la multitud que en la segunda bandeja visitante festejaba jubilosa el triunfo del equipo de sus amores lograra el milagro. Las bengalas encendidas de punta a punta y en su máximo esplendor, lograron que la nochecita se vuelva de día unos minutos, ante la sorpresa de toda la parcialidad local, que no entendía nada, ni como hicieron, ni como pudo haber salido tan redondo todo (para Racing, por supuesto). Después me enteré que habían convertido otro gol, pero solo para la estadística. Ese día amigos, fui no de los últimos en salir de la tribuna, cargado en andas por mi pierna quebrada y sin yeso, con las muletas que las llevaba Juan, y la postal que se reflejaba en la tribuna de enfrente, era digna para no olvidar. Estaban destruidos. Le habíamos tocado lo más profundo que tiene un hincha, que de local te hagan semejante cargada, teniendo ellos una fortaleza para poder entrar cosas. De la cancha me llevaron al Hospital para que me hagan otro yeso El otro ya había cumplido con su cometido.
Racing Stones
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EL NACIMIENTO DE LAS BANDERAS DE RACING STONES
Como ya les conté alguna vez, mi casa era el lugar de las reuniones de Racing Stones. Cada semana nos reuníamos para organizar temas relacionados con la fiesta del próximo partido, viajes, canciones, etc. Uno de los que más se ponían contentos por esas reuniones era el dueño de la pizzería Uggi`s, ya que en toda reunión desfilaban las grande de muzza a rolete. Esa semana se decidió que teníamos que tener banderas propias, las mejores que una tribuna podía tener. Ya teníamos La Pasión, que era el orgullo de todo hincha de Racing, no tanto como la Guardia Imperial, pero era una bandera que identificaba a Racing desde el primer momento de su aparición en las tribunas argentinas y nos identificaba a nosotros principalmente. Gracias a las rifas que habíamos hecho y un saldo de plata a favor de la colecta de muchos domingos en la tribuna, estábamos en condiciones de empezar a confeccionar los diseños de las banderas que íbamos a hacer. Se decidió por 9 estandartes de 3x3 metros con diseños elegidos entre todos los presentes y una bandera de 52.75 metros (es la medida oficial que medí yo, cuando estuvo terminada) por 1 metro de ancho en donde iban prolijamente aplicadas las lenguas de Racing Stones. Averiguamos el costo de la tela y una vecina mía, costurera de profesión, aceptó el trabajo con la condición de que el secreto debía ser guardado hasta que las banderas no estén más en ese lugar. Cómo yo vivía medianera mediante, podía seguir de cerca todo adelanto en cada puntada que se le hacía a toda la tela. Le dimos un modelo de la lengua, que ella prolijamente agrandó a un tamaño considerable, y se aplicó en un cuadrado, el cual terminó siendo el Telón de Racing Stones. Se le aplicó un ribete que le dio un marco al Toldo que quedó espectacular. Fui el primer testigo de ver el Toldo terminado, que desplegué inconscientemente en la terraza de mi casa y, viendo las estrellas brillar esa noche me fui a dormir feliz sabiendo que era uno de los protagonistas de las páginas que se escribirían a partir de ese momento en cada tribuna donde las banderas aparecieran. Después se hicieron cada uno de los estandartes y por último la larga de 52.75 metros. Recuerdo que Marcelo y Fernando esos días venían casi todos los días para ver como iba el trabajo, aparte de vigilar de cerca algún tipo de movimiento extraño por si alguien se había dado cuenta de lo que se estaba gestando en ese lugar y, para ir saldando el trabajo de la costurera. Cuando estuvieron terminadas todas las banderas, pasillo mediante, las fui llevando a mi Templo Racinguista y escondiéndolas una por una debajo de la cama. Estaba feliz por haber sido el primero en tocarlas, abrirlas, enrollarlas. Mi alegría se dibujaba en mi cara esa semana. No recuerdo bien cual fue el partido que debutaron las banderas, pero recuerdo 3 que quedarán en mi retina de por vida. El primero, Leticia apareció en la televisión esa semana y dijo:
- Este domingo Racing le saca la lengua al rojo.
Creo que ese fue el partido en que debutó el Toldo.
El segundo, un partido con Velez en Liniers en donde todas las banderas estaban desplegadas y salieron por todos lados (y mi pelo colorado también).
Y el tercero, ese viaje a Brasil, contra Gremio, en Porto Alegre y lo vimos al chelo Delgado recién llegado de México. Tengo fotos de cuando abrimos todas las banderas en la playa al otro día.
No creo que haya habido otra bandera que haya identificado tanto una etapa de la vida de un club como el Toldo de Racing Stones. Se abrirán muchos debates por esta afirmación, pero el sacrificio que hacíamos domingo a domingo, hizo que la bandera estuviese muchos años sin marcar ausente en la planilla.
Soy feliz por eso, porque aunque me despedí solo por diez años, sigo sosteniendo que el puntito de la i de la Pasión Inexplicable me pertenece.
Racing Stones
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SALIDA CONTRA LOS CUERVOS
Mi trabajo de canillita hacía que tenga muy buena relación con todos los porteros de la zona. Un día, al terminar mi jornada visité a cada uno de ellos y les pedí que si me podían guardar todos los diarios de la semana en el sótano, que yo pasaría a buscarlos cada sábado. Todos me dijeron que no tenían problema y ese día empezó casi mi segundo trabajo que al contrario de un sueldo, mi remuneración sería un logro personal de que algún día todos esos papeles le dieran una salida a Racing que no olvidaríamos en años. y menos los de enfrente.
Con mi carro de reparto, cada día que pasaba recorría las cuatro cuadras que separaban mi trabajo de mi casa con una pila de diarios, que iba acumulando en mi comedor. Al pasar las semanas, los porteros empezaron a recomendarme mas porteros de la zona y las idas y venidas con el carro se iban duplicando. Llegó un momento en que las pilas que tenía acumulada ya eran bastante, lo que hizo que varios amigos y amigas, comiencen a darme una mano, recortando en un tamaño adecuado para repartir a la gente. Los hermanos Wolf, sobrinos de Quique, me regaló una caja enorme de bandas elásticas para que cada atado quede mejor presentado. Armamos un equipo de varias personas, que, dependiendo de los tiempos de cada uno, venían a darnos una mano. Los días de reunión el trabajo se aceleraba, ya que éramos mucho más. Llegó un día en que la cantidad de papeles que traía era mucho mayor al armado de los atados y, como los porteros no querían seguir guardándome los diarios, tuve que empezar a dedicarme casi el día completo a recorrer todos los edificios, lo que hizo que mi casa se reduzca una habitación casi completa. Encima apareció en el barrio el reparto de guías de teléfono, lo que hizo que me dedique tiempo completo a llevar todas las guías viejas para mi casa. Pasaron como seis meses y en mi casa ya no tenía lugar para seguir acumulando más papel, así que en una de las reuniones decidimos que como se estaba acercando nuestra segunda visita al Bajo Flores (la primera había sido con una lluvia impresionante que más de uno se habrá llevado un resfrío de novela) ese sería el día que mi casa volvería a tener más espacio para que las reuniones sean más cómodas y como no había mucha pirotecnia disponible, era un buen momento para que Racing tengas esa salida inolvidable. Comenzamos con los preparativos. El gordo de Morón y Fernando cada semana se llevaban una gran pila de guías, que traían cortadas y en cajas en la reunión siguiente. Los hermanos Wolf, consiguieron una partida de rollos de máquina que no estaba a la venta, porque se habían puesto amarillos y las trajeron. El viejo del Chino, consiguió dos cosas muy importantes que garantizaron semejante esfuerzo de todos. Como él era el presidente del club Riestra en ese momento y el predio se encuentra frente a la entrada visitante, nos habilitó el estacionamiento para que ese día, cuando lleguemos con todos los papeles pudiéramos apilarlos, para, desde ahí poderlos ingresar a la tribuna. Además consiguió que la policía no nos haga tanto escándalo para poder entrarlos a la tribuna.
Llegó el día y las camionetas y los autos empezaron a estacionarse en la cuadra. No me acuerdo cuantos llenamos, pero estoy seguro que dos camionetas, y dos autos, fueron seguro repletos de papel.
Llegamos al estacionamiento de Riestra y todo se dio como se había planeado. Estacionaron todos en la esquina más cerca de la entrada visitante y empezamos un gran pasamano hasta la entrada a la tribuna. Mucha gente que iba llegando se sumaba a la fila haciendo desfilar semejante cantidad de bolsas. La policía, que sabía que íbamos a traer algunos papeles, cuando vio semejante cantidad, nos frenó en la entrada. Empezaron con la famosa excusa de que los rollos no se podían entran, que así no y que así tampoco. Marcelo les discutía que los rollos no tenían el plástico de adentro y de a poco logramos entrar todo el papel. En la tribuna nos organizamos para poder repartir todos los papeles, pero cuando toda la tribuna ya tenía un atado en sus manos, las bolsas seguían llenas. Salió Racing y ese gran toldo de papeles empezó a bajar de la tribuna tapando a toda la gente por varios minutos. A su vez se seguían repartiendo más papeles, lo que hacía que no terminaran nunca de caer. Tengo amigos cuervos que me dijeron esa semana, que realmente había sido impresionante, y me preguntaban por esa columna amarilla que se veía desde enfrente que bajaba en medio de los papeles. Esa columna eran todas las guías de teléfono que por cosas que son inexplicables, dieron la casualidad que se repartieron todas juntas en un sector.
Hubieron muchas salidas espectaculares de Racing, pero esa quedará grabara para siempre en la gente que dio el presente ese día, porque esa ceguera parcial que produjo a todos no será fácil de olvidar, y mucho menos, los cuervos de enfrente.
Racing Stones
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EL CAJON POR LOS 10 AÑOS
Mi casa no era muy grande, constaba de dos habitaciones, un patio que los comunicaba, el baño y la cocina, una escalera a la terraza y un cuarto en el entrepiso. Me dividía entre la calle y la puerta de entrada a mi “Templo”, un pasillo de ochenta metros. Al irse mis viejos a La Rioja, yo pasé a ser el inquilino de la propiedad era dueño de hacer todo lo que se me plazca, pero con el correr del tiempo, tuve que encontrar la manera de subsistir por mis propios medios, porque a pesar de todas las ayudas que recibía, necesitaba encontrar un trabajo para poder pagar mis gastos y además para no seguir colándome en la cancha, asi que al ir creciendo, cada día me costaba más poder entrar sin pagar a una tribuna. Mis amigos de la secundaria la apodaron “La Sede Social”, porque podían caer a cualquier hora y sabían que las puertas estaban abiertas. Con el correr del tiempo esa “Sede” pasó a ser un lugar en donde todo Racinguista era bienvenido. Varios amigos de la cancha, que, por cuestiones personales, supieron pasar semanas y meses enteros alojados en ella me ayudaban en todo emprendimiento o misión que apareciera tratándose de Racing obviamente.
Se acercaba el clásico del año y uno de los temas principales de las reuniones era la sorpresa que íbamos a preparar, festejando los diez años que los de la vereda de enfrente no podían ganarnos. Cayó Marcelo y dijo que había que preparar algo para que no se olviden nunca. Tenía que ser algo nuevo, llamativo, para que todos se enterasen. No estoy muy seguro a quien se le ocurrió, pero gran parte de ello tiene que ver él. Cayó una semana antes a mi casa y me dijo que en la camioneta tenía un cajón fúnebre y que había que pintarlo. Salí y lo ayudé a entrarlo hasta mi comedor. En ese tiempo mi hermana todavía vivía en mi casa, pero todas las decisiones de lo que adentro ocurría pasaban por mí. Dibujamos en un papel todo lo que había que hacer para adornar el cajón y ya todos sabíamos que esa iba a ser la gran sorpresa. Llamé a un amigo, todos lo conocen como “segunda” (y creo que bien ganado tenía ese apodo), y como él sabía dibujar bastante bien, me ayudó a hacer todos los moldes que necesitábamos. Mientras tanto los chicos trajeron la pintura y todos los materiales que necesitábamos para ponernos manos a la obra. Cuando mi hermana pasó el umbral de la puerta, fue tanta la sorpresa y el susto que recibió que solo atinó a agarrar una muda de ropa y se fue a pasar toda la semana en la casa de nuestros tíos. Creía que mi locura ya estaba llegando muy lejos y ella no estaba dispuesta a pasar una semana con un cajón de muertos en el comedor de la casa. Pintamos todo el cajón de rojo, pusimos la leyenda que se había decidido que iba a llevar, el escudo de ellos y la insignia Q.E.P.D. Estaba todo listo para la gran sorpresa. Yo tenía la suerte de conocer a mucha gente en la parada de diarios y, como mi esquina era el paso obligado para muchas cocherías, cuando se dirigían a La Chacarita, empecé a tranzar con los choferes el precio más bajo que podían darme, para comprarles un par de coronas fúnebres. Ellos me dijeron que las conseguían “gratis”, y que estaba bien si yo les regalaba algunas revistas de esas que vienen en bolsita para no ver su contenido. Ese domingo, el partido empezaba a las 15:30 y como yo cerraba la parada entre las 13 y las 14 hs. estaba jugado con el tiempo. Cerca de las 12, llegaron a la esquina dos coches fúnebres con un par de coronas, pero grande fue la sorpresa cuando antes de terminar mi jornada, llegó otro y me trajo otras más. La cantidad exacta no me acuerdo, pero se acercaba a la docena. Mis clientes, no podían entender ver la esquina llena de coronas. Mi explicación fue que el lunes tenían que venir a comprar el diario, porque seguro iba a ser noticia de tapa. Cerré el puesto y el único taxi que pude conseguir fue un Renault 12, que, por su tamaño, me era imposible acomodar todas las coronas. El taxista hizo un gran esfuerzo para meterlas, porque sabía que un viaje de esos no le salía todos los días. Acomodamos algunas en el asiento de atrás, otras en el baúl, y las demás en el techo del auto. En el viaje todos los autos que pasaban nos miraban como sin entender nada. El chofer me decía que no olvidaría ese viaje, ya que él también era futbolero. Así que, como él ya terminaba su horario y regresaba a su casa en Lanús, me cobró menos de la mitad del valor del viaje. Recuerdo las caras de sorpresa de mucha gente, cuando entramos al playón de la cancha y me bajé para que me ayudaran a entrar las coronas. Todavía estábamos a tiempo, porque el control policial ya había empezado, pero en esa parte del estadio, todavía no había señales de que ello ocurra. Entramos todas las coronas por donde siempre entrábamos las cosas, y las escondimos arriba de la puerta 10. Las cosas no se dieron tanto como habíamos planeado, ya que el resultado tenía que jugarnos a favor para tener una fiesta segura en casa. Pero, como siempre digo, Dios es de Racing, pero como trabaja toda la semana, hay domingos que se toma un descanso. Se despertó de dormir su siesta justo cuando íbamos perdiendo 2 a 1 y cerca del final del partido, pudimos empatar. Era el momento para empezar la fiesta, aunque no íbamos ganando, ellos ya estaban resignados. Subimos y bajamos el cajón junto a las coronas y empezó el peregrinaje hasta la puerta 3. El partido terminó y desde arriba nos tiraban de todo, pero nosotros mostrábamos orgullosos, el cajón, que desde lejos se podía leer “10 AÑOS”. La gente de Racing lo destrozó y hubo gente que se llevó algunos pedacitos de recuerdo. Las coronas desaparecieron entre la muchedumbre. Solo hubo tres fotos que grabaron para siempre ese recuerdo. Una fue publicada por Crónica, otra se vendía en “la Casa del Hincha”, de la calle Pasteur, y la otra me la regaló un fotógrafo que atesoro con mucha alegría.
Muchos años pasaron desde aquel día, pero lo recuerdo como si fuera hoy. Mucha gente no olvidará ese día, pero yo soy uno de los privilegiados que no olvidará no solo ese día, sino la semana completa previa al clásico.
Podrán pasar los años / y no salir campeón, / prefiero ser de Racing / y no amargo como vos.
Racing Stones
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Torneo de verano en Mendoza
Ese verano nos tocó jugar en Mendoza. Por un lado a mi me resultaba un poco cómodo, ya que podría visitar a mis familiares que hacía tiempo que no veía, pero por el otro, sabía que jugar en Mar del Plata y Mendoza ese año, me iba a ocasionar una gran merma en mis ahorros. Como en fechas de vacaciones no podíamos organizarnos para viajar todos juntos, ya que algunos se iban de vacaciones y viajaban al lugar del partido, de la manera que les resultaba más cómoda, no éramos muchos para viajar, digo, no éramos todos. Averiguamos el micro de línea más barato en Retiro, ya que no podíamos asegurar llenar en tiempo y forma un micro entero. Sacamos todos los pasajes en la empresa C.A.T.A.
El día del viaje nos juntamos todos en Retiro y fue bueno que la mayor parte del micro iba a ser ocupada por nosotros (por no decir el micro entero). Nos enteramos que unos días antes había habido un encuentro de barras en El Desaguadero, camino obligado para ir a Mendoza desde Buenos Aires, y sabíamos que la policía iba a estar jodida. El viaje resultó ser de lo peor. El servicio en el micro no fue de lo más agradable, no digo que estuviéramos acostumbrados a viajar en primera clase, pero si uno encima pagaba un pasaje en una empresa que salía desde Retiro, lo menos que pretendía era que nos traten como pasajeros. La cuestión fue que me ocupé personalmente de llevarme de recuerdo todas las almohadas que nos dieron para “dormir un poco mejor”. Cuando pasamos por Desaguadero, la policía estaba haciendo controles, pero como íbamos en micros de línea no nos pararon. Llegamos a la terminal de Mendoza y una gran cantidad de policías nos estaban esperando no precisamente para darnos un buen recibimiento. Yo me bajé con el bolso lleno del regalo que me había dado la empresa y, como empezaron a revisarnos uno por uno, me fui al final de la fila, justo al lado de un kiosco. No se si mi mirada habrá sido muy explicativa, pero la chica que atendía el local me vio muy bien cuando de un empujón, mandé el bolso al fondo del local. No dijo una sola palabra, solo lo agarró y lo puso detrás del mostrador. La policía revisaba todas nuestras cosas, tuvimos que abrir los bolsos con las banderas mientras uno a uno iban llenando sus camionetas. No nos llevaron a todos. Teníamos un conocido que tenía un cargo en la función pública y era conocido en esa tierra cuyana. Así que lo llamamos. Él con un par de llamados hizo que a los que se los habían llevado por nada (porque calculo que lo único “raro” en nosotros capaz era que teníamos el pelo largo, algo no muy bien visto en el interior del país en ese tiempo), los largaran. Cuando los policías se fueron, yo me fui al kiosco y le agradecí a la chica. Ella me dijo que se había dado cuenta en el acto y que como éramos muchos se había asustado bastante, es por eso que no dijo ni una palabra. Empezaron a llegar de nuevo los chicos de la comisaría, cuando uno de ellos, me dice: - Me olvidé mis cosas en el patio de la comisaría, acompañame a buscarlo. Fuimos y en el camino me contó que los habían metido en un patio y que no les habían hecho nada. Cuando llegamos lo esperé en la puerta, éste entró, levantó una baldosa del patio y salió a la calle de nuevo. Lo que se había olvidado era su hierba medicinal de las vacaciones. Lo quería matar, ¡Mirá si nos metían por esto pelotudo!. - Ni en pedo se la iba a dejar ahí, me dijo.
Nos juntamos todos en una de las esquinas de la terminal y emprendimos rumbo al centro mendocino. Como nos pasaba siempre que viajábamos al interior, la gente nos miraba al vernos pasar, parecíamos como cuando llega el circo con todos sus animales en jaulas.
Conseguimos un hotel muy barato, pero lo mejor era que se llamaba Hotel Imperial, el mejor nombre que le podrían haber puesto. Así que como no podía ser de otra manera, copamos el hotel.
Salimos a dar un par de vueltas con el Cacuí y con Rulo (hoy no me acuerdo el nombre), dos amigos que supe alojar en casa. Ellos no tenían un centavo, y yo estaba con la plata justa. De repente vimos que había unos peruanos con una mesa, tres copas y una pelotita. Pagaban 5 a 1 si adivinábamos donde estaba ella. Nos paramos y empezamos a ver que fácil iba a ser quintuplicar nuestra estadía en unos minutos. Pusimos 10 $ en una copa y el peruano empezó a chamuyarnos para que pongamos más plata. Al darnos cuenta que ese chamuyo iba a terminar en la pérdida de los 10 pesos, nos transformamos. El Cacuí le dio vuelta la mesa, mientras Rulo le pegaba a otro que saltaba y yo me agarraba con otro. Cayó la policía en un segundo y tuvimos que salir corriendo porque los culpables de todo éramos nosotros. Uno crece a los golpes… y a veces con los “cuentos del tío”. Pasó el día y nos juntamos todos para emprender el viaje a la cancha.
El parque Libertadores de San Martín es uno de los bosques mas grandes que conozco que rodean una cancha. Las avenidas que tiene son más bien ruta y uno puede perderse con facilidad si no conoce el camino. Es un lugar hermoso, rodeado de montañas por un lado, pero puede transformarse en segundos en el peor lugar para una emboscada, sabiendo que la policía de Mendoza no está acostumbrada al encuentro de barras.
Llegamos a un playón en donde la policía nos hizo caminar por un sendero que de un lado tenía un alambrado y del otro una zanja bastante grande para no poder cruzarla. Al llegar al extremo de ese pasillo llegamos a otro playón en donde también estaba toda la gente amarga que nos doblaban en ese momento porque habían venido todos juntos en un micro. La policía nos hizo abrir todas las banderas mientras que ellos ya se disponían a guardarlas. Fue un momento de tensión, porque la policía no entendía nada y si a cualquiera de los dos lados se le ocurría algo, ese día hubiera terminado en una tragedia. No pasó a mayores, a ellos los escoltaron y los mandaron a su tribuna y a nosotros a la nuestra. Creo que salimos 1 a 0 y a los tres días jugábamos contra los bosteros. si empatábamos éramos campeones. Pasamos esos tres días como turistas, dando vueltas por allá y por acá. Recuerdo a un personaje típico de la plaza principal que vendía maní y tenía todo su carro adornado de calcos y fotos de Racing.
Ese sábado jugamos contra los bosteros y el resultado salió como esperábamos. Yo me vine con todas las banderas con algunos y la mayoría se vino caminando hasta el hotel. Me contaron que en ese bosque todo oscuro venían con bengalas prendidas y la fiesta vivida en ese instante fue única e irrepetible. Al juntarnos todos en el hotel, algunos se fueron al casino, otros se fueron de chicas y otros (en los que me incluyo) nos fuimos a un lugar llamado “El Challao”, en la otra punta del Parque San Martín. Recuerdo que cuando entramos todos juntos, los que estaban ahí nos miraban muy raro, no se nos acercaban ni los patovicas. El lugar no se llenó tanto, pero si se llenaron nuestras venas de todo el alcohol mendocino que vendían en la barra. Tuvimos nuestra fiesta esa noche. Todas las canciones que se les pueden ocurrir, con el agregado de cada trago que seguía apareciendo. Ya se terminaba la noche y los patovicas nos fueron haciendo como un camino para irnos acercando a la puerta. Cuando salimos (éramos como 10). Ellos mismos nos abrieron la puerta del primer taxi de la fila y, no se como, pero entramos todos. La cara del tachero, viéndonos golpearle el techo y todos amontonados en un lugar que “normalmente” no entraríamos, cantando y a los gritos. Ni recuerdo si nos cobró, lo que no se me borra de la memoria es que al bajar, uno de los pibes (el roquero de Racing Stones), en la puerta del hotel y ya amaneciendo, sacó su churro y se subió a esos árboles de las avenidas de Mendoza, que son interminables, se subió, y empezó la fumata. Desde abajo, todos estábamos muy mal, por lo que no parábamos de cantar por Racing y desde arriba el nos seguía como podía. Nos cagamos tanto de risa, y parecía que la noche no terminaba. Salió el conserje del hotel a decirnos que entremos porque venía la policía, a lo que no le hicimos caso y lo invitamos a participar de nuestra “fiesta íntima”. Creo que salió uno de los pibes mas grandes y nos hizo entrar a todos, porque era cierto que venía la policía y no querían irnos a buscar a una celda y menos tan lejos de casa. El piso del hotel donde estábamos todos alojados era nuestro, los pasillos, los baños, todo. Subimos y recuerdo despertarme al rato de haber palmado en la almohada y ver a otro de los pibes que no había salido de joda con nosotros, sino con otro grupo, vestido y debajo de la ducha. Así terminaría uno de mis primeros años visitando Mendoza, la tierra del sol y del buen vino, y con Racing Campeón.
Racing Stones
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Torneo de Verano 2006. Mar del Plata
Mi viaje a La Feliz, había empezado mentalmente en la navidad del 2005. Sabía que no disponía de mucho dinero y que me iba a costar bastante llegar a Mar del Plata, aunque si no podía ser un fin de semana, seguramente iba a viajar el mismo día del partido. Dos semanas antes empecé a averiguar la gente que viajaba ese fin de semana, ya que como Racing jugaba el lunes 23/01/2006, si todo salía bien podía hacer doblete y tomarme las únicas vacaciones que me tocarían ese verano. Brindé en mis dos trabajos y logré que me dieran el lunes del partido. Me quedaba solo resolver el lugar donde parar. La gente del foro viajaba en cantidad desde la semana anterior y se me ocurría que podría llegar a conseguir lugar en alguna de las tantas casas que iban a ser ocupadas ese fin de semana. Saqué pasaje para el viernes 20/01/2006 y, ese viernes, después de trabajar hasta las 23.00 hs., emprendí mi viaje hacia Retiro en donde mi micro no salía hasta las 23.59 hs. Llegué a Mar del Plata a las 5.30 hs del sábado, le mandé un mensaje de texto a Javi y al Polaco y la respuesta fue que Racing estaba en GAP. Compré un mapa y averigüé como llegar. Cuando llegué al boliche, la mayoría de la gente que conocía estaba toda junta en el primer piso del lugar, y la música que pasaban no resultaba de mi agrado (será que me estoy poniendo viejo y extraño que suene INXS ó U2, pero este es un tema para otro momento). Después de un rato de estar ahí, salimos y decidimos ir a la playa a desayunar y pasar el día. Algunos se tomaron un taxi y la mayoría nos tomamos un colectivo. En la parada siguiente, subió un amargo con camiseta que estaba también en el boliche y, viendo que Racing copaba el bondi, se fue para atrás. Desde que subió hasta que se bajó, no paramos de cantarle canciones y, al ritmo del techo del bondi, el atrevido amargo nos contestaba con las suyas. Javi (que seguramente tenía un tanto mezclada su sangre con los tragos del boliche, se enojó con un tubo del techo al que empezó a pegarle. El tubo se le plantó y al tercer golpe dado, amainó la pelea. Ganó el tubo. Pero seguíamos contra el invitado del fondo. Canción va, canción viene, el amargo se bajó en una plaza y desde abajo nos decía cosas que no entendía, pero la sensación que le quedó, fue la de ser visitante todo el viaje. Nos bajamos con Nacho, dos amigos de él y Tonga y caminamos por Colón hasta su casa, en donde mis bolsos tuvieron su primer parada. Nos cambiamos y junto al equipo de mate, nos fuimos al encuentro de Tonga que había ido a hacer lo suyo a su casa. Los amigos de Nacho se despidieron y nos fuimos los tres a la playa esperando encontrarnos con el resto del grupo en La Varesse (ubicada en Colón y la Costa). Empezaron a llegar en grupo toda la gente, Javi, Beli, Pau, Pri, Polaco, Dalmiro, Charly, Gabee, Porri, Diego, Alvaro, Ely, Leandro, etc.
Tomamos mate, sol, jugamos un fútbol tenis con unas reglas que solo los cuatro que lo hicimos (Polaco y Damiro vs. Nacho y yo) conocíamos. Nos metimos al mar, y llegando al mediodía, mi cansancio me llevó a acostarme a dormir un rato. Hacía demasiado calor y la sombra escaseaba por doquier. Me acosté sobre una lona y me tapé con una toalla. Cuando me desperté, el calor que sentía y la transpiración por la condensación que hice con la toalla y la arena eran terribles que me paré y me fui a tirar al mar. Cuando salí, divisé cerca de donde se ubica el bañero, que alquilaban sombrillas. No dudé un minuto y adquirí la más grande que tenían (en realidad eran todas iguales, pero éramos muchos y se necesitaba sombra). Cuando puso la sombrilla en nuestro lugar, varios seguían durmiendo, pero se despertaron y nos amuchamos en la poca sombra que hacía. Eso hizo que la arena bajara la temperatura, pero igualmente mi cuerpo ya había recibido una dosis excesiva de rayos nocivos. Estuvimos en la playa hasta entrada la tarde, cuando decidimos emprender el regreso (yo acompañaba, porque no iba a ningún lado en realidad). Cada grupo se iba despidiendo en la esquina más próxima a su parada y los demás seguíamos viaje. Cuando se despidió el último grupo, llamé a Nacho para que nos encontrásemos para retirar mi bolso de su casa. Llegó y me acompañó a buscar un hotel, porque se venía la noche y no había conseguido ningún lugar en donde poder dormir. Después de recorrer varios hoteles, llegamos a uno que no tenía buen aspecto, pero el precio me cerraba. Me despedí de Nacho y quedamos en encontrarnos al otro día. Cuando llegué a la habitación, había tres camas, una ocupada por un peruano y la otra por un Correntino. Acomodé mis bolsos en forma de almohada y, como mis piernas ya me ardían demasiado y se me habían hinchado, me acosté. Eran las 19.00. Cuando abrí los ojos mi reloj, marcaba las 9.00 hs. del domingo. Había dormido 14 hs. derecho (hacía mucho que no lo hacía). Estuve quince minutos tratando de pararme, ya que mis piernas me lo impedían. Las tenía rojas del sol y demasiado hinchadas. La sensación era que las tenía como dormidas. Cuando pude pararme encaré para el baño para darme una ducha e higienizarme. Las paredes del baño tenían un color verde musgo por la cantidad de humedad que había, las canillas marrones y la mugre que se veía en todo el lugar me hicieron abandonar la idea de traspasar aquella puerta. Agarré mis bolsos y salí a la calle. Desayuné en un bar y me metí en un cyber a bajar mis mailes. Entré al foro y vi que Marcos (un chico del foro y residente de Mar del Plata), había posteado ofreciendo alojamiento a los que no tenían donde parar. Le mandé un mail esperando que lo lea antes de esa noche, porque no sabía donde iba a terminar al caer la tarde.
Caminé hasta Colón y P. Ramos en donde encontré un árbol con mucha sombra. Decidí para ahí y tirarme un rato. Mis piernas me impedían seguir caminando. Empecé a mandarles mensajes de texto a los chicos y no obtuve mucha respuesta que digamos, por lo que pensé que habían salido la noche anterior, y todavía estaban en estado horizontal. Yo estaba igual, pero debajo de un árbol. Le mandé un mensaje a un amigo en Buenos Aires, porque sabía que un amigo de él estaba veraneando allá, y se hospedaba en el hotel Luz y Fuerza. Me pasó el celular de éste y me mandé un mensaje para ver si me dejaba aunque sea bañarme. Nos encontramos a los pocos minutos y la ducha seguida de la crema que me prestó la esposa, calmaron un poco mi estado. Me invitaron a conocer Laguna de los Padres, ya que ellos se iban para allá a comer un asado. Acepté sin dudarlo, ya que no tenía mucho que hacer y podía, además de compartir un asado, visitar un lugar que todavía no conocía. Me acomodé en la parte trasera de la camioneta y emprendimos el viaje. Al costado de la laguna compartimos un asado y al atardecer nos fuimos a recorrer Sierra de los Padres y paramos en “La Gruta de los Pañuelos” a tomar unos mates. Como él es bostero, no muy fanático, pero cuando tiene oportunidad va a la cancha, me invitó a ver esa noche, el partido contra los cuervos. Tardó un largo rato en convencerme, pero como no tenía planeado hacer nada, decidí acompañarlo. Para esa hora, mis pies estaban muy hinchados, y me costaba caminar, nunca me había pasado que mis pies se hinchen tanto. Volvimos al hotel, busqué abrigo y me puse las zapatillas con medias. Fue lo peor que pude haber hecho. La presión que ejercieron las medias con las zapatillas hizo que mi caminar sea casi nulo, por lo que me ayudé del hombro del Tucu (como lo apodamos). Parecía que eran mis anticuerpos los que me impedían llegar a esa tribuna bostera. Ya me había bañado y no quería impregnarme con olor a bosta. Llegando a los controles, decidí quedarme descalzo, porque no podía más. Así entré a la tribuna, zapatillas y medias en la mano, y ahí me di cuenta que llevaba una gorra de Racing, la que me saqué en ese momento. Llegamos a la tribuna, no muy llena y con espacio para sentarse, me tiré en el primer escalón con los pies para arriba. Abajo nuestro se ubicaba la 12, que para ser bien preciso, no eran más de 12 (seguramente por eso mantienen el apodo). Un gordo que era de la barra, estaba atrás mío y me preguntó que me había pasado. Yo no tenía mucha onda que digamos, pero empezaron a cargarme diciendo que había metido las patas en brasas. Di Zeo, que estaba más abajo, le habló al gordo por Nextel y le preguntó que me pasaba, a lo que el gordo le contó. Me ofrecieron una ambulancia porque veían que mi estado no era el mejor a lo que les dije que no y terminando el primer tiempo le dije al Tucu, que nos vallásemos para un costado. En ese momento me sonó el celular y al atender fue grande mi sorpresa al escuchar que, Marcos, el pibe del foro al que yo no tenía ni idea de quien era, me devolvía mi pedido. Quedamos en encontrarnos en Colón y Las Heras, ya que yo tenía que volver a buscar los bolsos al hotel. Cuando llegué, y como no sabía quien era, le pregunté a toda la gente que estaba en esa esquina. Nada. Crucé a la otra, y ahí estaba, junto a un amigo hincha de Alvarado, pero más hincha de Peñarol en básquet. Estaban en bici, por lo que después de hacer las presentaciones formales, me acomodé en el caño de su bici y emprendimos el camino hasta su casa. No me explico como hizo este chabón para pedalear sin parar, alrededor de sesenta cuadras, la mayoría en subida, solo con la luz de la luna y conmigo arriba. En varias ocasiones le pregunté si quería descansar, pero siempre me decía que faltaba poco. Llegamos a su casa, una casa de barrio, humilde, pero con el calor que un hogar brinda. Una foto de Licha y otra del Cholo adornaban su habitación. Me ofreció mate y mientras charlábamos conociéndonos, en la tele daban Terminator I. Me contó que había leído mis anécdotas.
Marcos tenía 19 años y la impresión que me dio fue la de un pibe humilde que la vida lo había golpeado bastante. Vivía haciendo changas soldando, o algo así me contó. Me dijo que se había hecho hincha de Racing de chico y que no conocía el Cilindro, por lo que yo le ofrecí que cuando quiera estaba invitado y que iba a encontrar la manera de que pueda alojarse en Buenos Aires como él lo hizo conmigo. Hablamos la mayor parte del tiempo de Racing, como era de suponer, y ya entrada la noche y al ver que mi cansancio ya era demasiado, me preparó mi cama y a los dos minutos de estar acostado, caí en un sueño profundo. Él se quedó con su amigo jugando a la Play Station. En un momento alcancé a escuchar que el amigo le decía que seguramente lo iba a incluir en mis anécdotas. No estaba errado.
Es increíble lo que puede llegar a generar Racing, Marcos y yo no nos conocíamos. Lo único que compartíamos era la misma pasión por la celeste y blanca, y eso fue razón suficiente para que él decidiera gastar una llamada y ofrecerme lo que ya había hecho público en el foro. Yo fui una casualidad, pudiese haber sido cualquiera de la gran familia que postea diariamente en el foro. Somos así, distintos a los demás en todo. Somos de Racing, y eso es lo único que interesa. Todo lo demás viene solo.
Me desperté cerca de las 11 y al ver que Marcos y el amigo seguían en el octavo sueño, abrí la puerta y fui a buscar a mi amigo Don Satur, ese amigo que me viene acompañando desde hace tiempo. Agridulces me van más que las de grasa, para eso ya estoy yo.
Mientras desayunábamos, arreglamos como íbamos a hacer ese día, ya que era el día del partido y había que sacar las entradas y prepararse para ir al estadio. Quedamos en encontrarnos en la cancha. El amigo de Marcos me acompañó al colectivo. En el viaje le mandé mensajes de texto a los chicos, contestando todos los que había recibido de ellos, ya que no daba señales de vida. Llegué de nuevo al árbol de P. Ramos y Colón y decidí tirarme de nuevo hasta decidir el paso siguiente a realizar. Ya me había hecho amigo de un cuidador de autos, por lo que en el rato que estuve ahí, charlamos un poco de fútbol.
Javi me mandó un mensaje para que vaya al punto de encuentro, ya que era el momento de ir a sacar las entradas. En la chata de Leandro, nos amontonamos todos y fuimos al estadio. De ahí a comer al centro y después a la playa. Yo ya no quería ver más al sol, pero como ya eran como las 17.30 hs., la tarde comenzaba a dar su fin. En la playa, aparecieron 6 amargos que al vernos con pelota, nos desafiaron en un picado frente al mar. Creo que ahí empezó el primer clásico del 2006. Yo no jugué, porque mi estado me lo impedía, pero el equipo que jugó fue el siguiente: Charly, Polaco, Vitali (recién llegado), Leandro y Diego. Después entró Javi. Hubo fuerza y garra desde el primer minuto de partido. También varios encontronazos pero nunca pensé que se pudría. Éramos más del doble que ellos. Ganamos 6 a 1 y emprendimos el regreso para la casa de uno de los chicos, y después nos fuimos al estadio. Cuando llegamos al estadio, el clima era totalmente diferente a la noche anterior. La gente de Racing copaba por todos lados y se rumoreaba que no había más entradas. Yo llevaba mis bolsos, ya que el micro se me iba a la 1:00 y ni bien terminaba el partido tenía que salir rápido para no perderlo. Estuve hasta un minuto que saliera Racing discutiendo con la policía, ya que no me permitían ingresar con mi equipo de higiene personal, ni con el termo. La solución que tuve finalmente, después de hablar con el jefe del operativo, fue que me iba a poner a la Oficial Marta en cuidado de mis pertenencias. No era ninguna garantía, todos sabemos que la policía no da mucha confianza, pero como ya empezaba el partido, decidí dejarlos sabiendo que iba a estar todo el partido pensando en ellos, y entré a la tribuna.
Justo salía el equipo. Una multitud copaba de punta a punta la tribuna, con banderas y mucha más pasión. Bajé los escalones y comencé a saludar a toda la gente conocida. Después de 10 años me reencontré con “Huevo”, se había ido a vivir a Italia un tiempo después que yo me fui a la Rioja. El abrazo que nos dimos fue sinónimo de que la amistad que tenemos sigue firme. Me crucé de punta a punta la tribuna para saludar a un amigo que hice en el msn, de la filial de Balcarce, habíamos quedado en tomar unas cervezas, pero el tiempo no alcanzaba para todo.
El chino Cabrejos había venido en 2 combis y tenía varios lugares disponibles para la vuelta, por lo que me puse a buscar a mis conocidos, para ayudarlo en lo que podía. Me encontré con Dany Vitello, que sabía que andaba corto de guita, pero ya había sacado pasaje de vuelta para él y su familia. Danyto, su hijo, estaba preocupado, porque no había tenido noticias mías desde el domingo a la mañana.
Al rato me encontré con Maison (Maxi), de la filial Adrogué, otro amigo que me dio Racing, y en ese momento volvió a cambiarse mi casi planificado retorno a Buenos Aires. Había venido en auto con dos amigos y tenía un lugar que me ofreció sin dudarlo. yo le ofrecí devolver el pasaje y ayudarlo con esa plata para el pago de la nafta de vuelta. En el último minuto de partido, Racing dio vuelta el resultado del cotejo con un cabezazo para la historia, por lo que no nos queríamos ir de la tribuna aunque sabíamos que tenía que volver a buscar los bolsos y hacer el trámite en la terminal de ómnibus. El festejo fue impresionante, la salida aún más. Retiré los bolsos y caminamos junto a la gente que se retiraba en masa cantando. Me queda grabado en mi mente las casi 3 cuadras de gente no queriendo que esa noche acabe. Llegamos a la terminal, devolví los pasajes y emprendimos la vuelta. Los amigos de Maxi me tuvieron todo el viaje preguntándome de cada viaje que había hecho en el pasado, lo que lo hizo entretenido y logramos que Maxi, que manejaba, no se durmiera en el camino. Me dejó a las 4:30 en la estación de Adrogué, justo cuando sonaban las campanas, avisando que venía el tren. Llegué a Constitución a las 5:03. Subte, bañarme y llegar al trabajo.
Fin del capítulo. Próxima estación Banfield, primera fecha del campeonato, pero esa será otra historia.
Racing Stones - UNA PASIÓN INEXPLICABLE
jueves, 9 de julio de 2009
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